domingo, 19 de julio de 2009

4º Bachiller, los otros cap. del Quijote

Gente: lo prometido para seguir la lectura del Quijote.
Lo pongo acá y se los mando ahora por mail -a los que me mandaron mail con el trabajo de los primeros capítulos y a los que no... esos ¿quienes serán? ¿ustedes los conocen? yo no, para mí que son invisibles, para mí que extrañan tanto la oscuridad del aula que están todo el día con la persiana baja adentro de las frazadas haciéndose los que no ven la vida.

Échenle una mirada... sean buenitos que hoy es domingo y yo aquí estoy, escribiéndoles tanto pa'acompañarlos un rato.

Terminamos en la venta. Don Quijote siguiendo los consejos del ventero, vuelve a su casa. Allí se enfrenta a una sorpresa: sus libros han desaparecido junto con el aposento que sirve de biblioteca. En el cap. VI, el cura y el barbero, deciden quemar todos los libros que puedan afectar el buen juicio del Quijote.
La historia de la censura de la literatura en pos de reorganizar los procesos mentales que puedan afectar los “buenos juicios” de aquellos que leen se remonta a tiempos antiquísimos y, hasta hoy, se sigue haciendo.
¿Por qué creen que eso pasa? ¿Cuál es la causa primordial de la censura en el libro del Quijote y la censura en la actualidad?
¿Al Quijote le volverá la razón por dejar de tener los libros adelante? ¿Por qué?

Deténganse en la explicación que dan el ama y la sobrina del Quijote para justificar la desaparición de la biblioteca:
¿También inventan esa historia para burlarse como el ventero? ¿Con qué intención lo hacen?

En el cap. VII, además, aparece el complemento de El Quijote (la otra cara de la moneda, se dice que “no habría Quijote sin Sancho”).
¿Por qué el narrador dice de Sancho que es de muy poca sal en la mollera? ¿qué argumento podría ayudar a demostrar, en ese capítulo, que Sancho es, como dice el narrador, un hombre simple?

Aclaro, por si no tienen notas en la edición que están leyendo. El Quijote le promete a Sancho la gobernación de una ínsula. Ínsula es un término muy culto para referirse a isla que los autores españoles utilizaron (no así los franceses e ingleses, por ej.). Sancho desconoce el significado real de esa palabra. Para él no significa “tierra rodeada de mar”, sino que más bien cree que son como ciudades.
Por lo tanto, ya desde el principio, parten de un acuerdo, establecen un contrato que es un error y que está lleno de fantasía.

Vayamos al episodio de los Molinos de Vientos (cap. VIII). Tal vez sea este tan conocido por ser la primer aventura de don Quijote. También porque aquí se ve un esquema que se repetirá a lo largo de la obra:
1. un objeto de la realidad –en este caso los molinos- es transformado en uno de los elementos característicos de las novelas de caballería por la mirada de don Q. –aquí los gigantes-;
2. otro personaje –Sancho- se obstina en hacerle ver la realidad;
3. don Q. culpa a los encantadores de transformar lo noble en vulgar y bajo;
4. el caballero termina –como le ocurrirá generalmente- apaleado y maltrecho.

Entrar en el mundo del Quijote nos lleva a pensar en el principio de realidad. Miren cuántos niveles presupone ese principio dentro de la ficción narrativa:
Cervantes concibe a Alonso Quijano, un personaje ficticio que vive como un hombre común y vulgar, rodeado de personajes y elementos comunes y vulgares (la casa, la aldea, ama y sobrina, cura y barbero). A su vez, este personaje concibe a Don Quijote como un héroe de caballerías. Es decir, hay un doble desdoblamiento ficcional de la realidad.
Puede verse como un juego de Alonso Quijano de dejar de ser para ser otro. En ese juego ficcional entra Sancho, que acepta trabajar para el Quijote y no para Quijano, que es quien verdaderamente le ofrece el trabajo, ¿se entiende?
Esta articulación de desdoblamientos (el dejar de ser para ser otro) es uno de los pilares que sostienen el universo ficticio de la novela. Por eso, se explica que los elementos de la realidad no se reconozcan como tales sino que a través de encantamientos las cosas se perciban en una lógica ficcional.

Presten atención a la explicación que da la sobrina (en el capítulo anterior) a la desaparición de la biblioteca y cómo justifica el Quijote la transformación de los gigantes en molinos (¡¡vean, vean!! ¡¡No de los molinos en gigantes, sino de los gigantes en molinos!!)

Bueno chicos. Creo que ya pueden seguir solos. El capítulo XLV de Sancho en Barataria es imperdible. Hay todo un circo montado para reírse a su costa.
Ya vimos por qué el ventero se metía en la locura del Q., también por qué lo hacía la sobrina. Ahora, los duques harán lo posible para reírse de ellos metiéndose, también en su juego.
El personaje de Sancho es genial. A esta altura de la historia, Sancho a adquirido modismos del Quijote –en su forma de hablar- y a la vez sigue actuando con la simpleza y picardía que lo caracterizan –presten atención al uso que hace de los refranes.
A Sancho le tocará resolver un pleito. Vean cómo hizo para descubrir la verdad, ¿qué piensan del fallo emitido por él?
El pueblo lo compara con el rey Salomón, por las dudas, les cuento que ese era un rey muy ecuánime en sus decisiones y muy piola para descubrir la verdad de las cosas. (¿Ustedes alcanzaron a ver un programa en la tele que se llamaba forum –creo- que estaba el juez Moreno Ocampo y decidía ante dos partes que discutían por algo, qué se debía hacer? Los casos estaban buenísimos, dos vecinos peleando por ruidos molestos, o por una pava prestada y no devuelta… un poco lo que se ve ahora en policías en acción pero con una figura legal de por medio, ejem). Bien, Salomón tuvo un caso impresionante donde una mujer acusaba a otra de haberle robado al hijo. Ambas decían ser la madre. Entonces, el rey ordena dividir al chico por la mitad y que cada una se lleve una parte. Ante esta situación una de las mujeres admite no ser la madre. Hecho que le sirve al rey para saber que esa era la verdadera madre puesto que estaba dispuesta a renunciar a su hijo con tal que no le hicieran daño.

Y el último capítulo, el de la muerte (LXXIV). Les transcribo unas palabras del escritor Eduardo Galeano en Don Quijote de las paradojas:

Don Quijote jamás pronunció la más famosa de sus frases. “Ladran Sancho, señal que cabalgamos” no figura en la obra de Cervantes. ¿Qué anónimo lector habrá sido el autor? Tan frágil que parecía y fue el más duradero. Cada día cabalga con más ganas, y no sólo por la manchega llanura. Tentado por los caminos del mundo, el personaje se escapa del autor y en sus lectores se transfigura. Y entonces hace lo que no hizo y dice lo que no dijo.

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